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La historia del pueblo Raizal está cargada de episodios totalmente desconocidos para la inmensa mayoría de los colombianos. Sus luchas, organizaciones, demandas y personajes no han tenido ningún tipo de difusión en el continente colombiano. Más allá del Archipiélago puede decirse que no existe una historia del pueblo Raizal. A través de estas breves líneas se pretende hacer un somero esbozo de la trayectoria vital de Marcos Archbold Britton, indiscutible héroe nacional para el pueblo Raizal, como quiera que entre mediados de la década de los cincuenta y principios de la década de los ochenta del siglo pasado, protagonizó un movimiento secesionista e independentista de significativas proporciones.
Tendencias separatistas e independentistas se han manifestado de múltiples formas, con diferentes connotaciones y con distintas intensidades a lo largo de la historia del Archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina. El que estas tendencias se hayan mantenido latentes y pasivas o se hayan activado y emergido en la conciencia nacionalitaria del pueblo Raizal, ha dependido del tipo de relaciones que se han establecido entre Colombia continental y el Archipiélago y el consecuente tratamiento que se le ha otorgado a este pueblo indígena afrodescendiente.
De acuerdo con sus orígenes, móviles, estrategias y alcances, las expresiones secesionistas y separatistas del pueblo Raizal se pueden dividir en tres períodos. Un primer período que va desde 1822, año en que el Archipiélago es reconocido como parte integral de la Gran Colombia, hasta 1926 cuando las islas reciben la presencia de misioneros capuchinos de origen español, hecho que genera profundos conflictos culturales y religiosos. Un segundo período se puede ubicar entre 1926 y 1980, marcado por la apertura en 1953 del Puerto Libre en San Andrés y las nefastas consecuencias para la identidad del pueblo Raizal que ello comportó. Un tercer período que va desde 1991, cuando se expidió la nueva Constitución Política de Colombia que reconoció algunos derechos colectivos para el pueblo Raizal, ciertamente aún no efectivizados, hasta la fecha.
Todo indica que el primer período se caracterizó más por un inconformismo por la forma inapropiada como los Raizales eran gobernados desde Bogotá, que por generar un sentimiento claramente separatista e independentista entre ellos. Por el contrario durante ese período se evidenciaron algunas muestras que permiten colegir el interés de los Raizales por seguir haciendo parte de Colombia. Sobre el particular suele recurrentemente mencionarse el hecho ocurrido en 1903 con ocasión de la separación de Panamá, cuando el acorazado usamericano U.S. Nashville, que había jugado un destacado papel en el conflicto impidiendo el desembarco de tropas colombianas, llega procedente de Panamá a San Andrés, indagando si los Raizales tenían intenciones de separarse, obteniendo una respuesta rotundamente negativa de la población Raizal.
El segundo período mencionado se caracterizó por fuertes tensiones, producto del intento del Estado colombiano por integrar y asimilar al Archipiélago a su proyecto de Nación homogénea y mestiza. Durante estos años sobresalen dos hechos fundamentales que irían a acrecentar la inconformidad de los Raizales frente al Estado colombiano. Por un lado, está la ya mencionada presencia de la misión capuchina, que entró declarando una guerra santa contra el protestantismo, en la perspectiva de castellanizar a los habitantes Raizales. Por el otro está la apertura del Puerto Libre que desde 1953 ha implementado un proceso de colombianización forzada que derivó en un verdadero etnocidio contra el pueblo Raizal.
En el tercer período los Raizales se han venido movilizando porque los derechos consagrados para su pueblo en la Constitución Política de 1991 sean desarrollados y efectivizados plenamente y dejen de ser mera retórica jurídica. El nuevo marco constitucional y legal creado por la Constitución Política para el reconocimiento, respeto y protección de la diversidad étnica y cultural ha llevado a que las tendencias separatistas e independentistas se transformen en propuestas de autodeterminación en el contexto de Colombia.
El movimiento independentista liderado por el carismático Marcos Archbold Britton encontró un terreno abonado para irrumpir y desarrollarse a partir de las condiciones políticas y sociales, abiertamente hostiles a los Raizales, que fueron el común denominador del segundo período que se ha mencionado más arriba.
A mediados de la década de los cincuenta del siglo pasado, Marcos Archbold Britton convocó a la intelectualidad Raizal más lúcida y progresista de la época con el propósito manifiesto de conformar un amplio movimiento de resistencia civil que procurara que el Archipiélago se independizara de Colombia. Este movimiento proponía abiertamente la creación de St. Andrew, Old Providence and Catalina Island´s cómo un Estado autónomo, soberano e independiente en el Caribe insular.
Marcos Archbold Britton desplegó, entre mediados de la década de los cincuenta y fines de la década de los ochenta del siglo pasado, una intensa labor de cabildeo internacional, principalmente ante el Sistema de Naciones Unidas, denunciando en reiteradas oportunidades la situación colonial del pueblo Raizal bajo jurisdicción Colombia y llamando la atención por el etnocidio que han comportado las sistemáticas políticas de colombianización implementadas en el Archipiélago por el Estado colombiano.
La situación del Archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina, principalmente a partir de 1953, fue caracterizada desde el movimiento abanderado por Marcos Archbold Britton como de “colonialismo de poblamiento” y la relación establecida por Colombia con el pueblo Raizal se comparó con la que Israel desarrolla en Palestina, Indonesia mantiene en Nueva Guinea y Francia sostiene en Nueva Caledonia.
En la perspectiva de construir una sólida argumentación jurídica e histórica que fundamentara la propuesta independentista de los Raizales, Marcos Archbold Britton se dedicó durante varios años a investigar la historia de su pueblo, lo mismo que a recopilar y a sistematizar la legislación concerniente con el Archipiélago.
El movimiento independentista planteó, como uno de sus argumentos más interesantes, que la adhesión del Archipiélago a la Constitución de Cúcuta de 1822, que dio origen a la Gran Colombia, fue un acto enteramente voluntario del pueblo Raizal que se selló mediante un tratado –que tiene todas las implicaciones de un tratado internacional– suscrito entre los adalides y autoridades del pueblo Raizal y los ascendientes del actual Estado colombiano.
Para el movimiento independentista a través de este tratado el pueblo Raizal se responsabilizó de brindar sus conocimientos altamente calificados de navegación a la naciente armada de la república, así como a mantener la soberanía de la Gran Colombia en el Caribe. En contraprestación los ascendientes de Colombia se comprometieron, en términos contemporáneos, a garantizar y respetar el derecho a la autodeterminación y a proteger la integridad étnica y cultural del pueblo Raizal.
El movimiento independentista planteaba que en razón a que el Estado colombiano unilateralmente venía flagrantemente violado el tratado de 1822 y quebrando las bases que le habían dado origen, al pueblo Raizal legítimamente le asistía el derecho irrenunciable a la secesión y a la independencia. En ese contexto, el movimiento independentista señalaba que la desterritorialización de los Raizales, traducida en la sistemática pérdida de sus tierras ancestrales y en el confinamiento de la amplia y libre movilidad marítima que ostentaban históricamente; la suscripción por parte del Estado colombiano de tratados con países de la región que redefinían límites internacionales que fraccionaban y dividían artificiosamente la territorialidad terrestre, litoral y marina del pueblo Raizal; y las políticas de poblamiento que promovían e incentivaban la migración masiva de Panyas (no Raizales) al Archipiélago como estrategia para convertir al pueblo Raizal en una minoría en su propio territorio; entre otras, ponían de manifiesto que se estaba asistiendo a un verdadero etnocidio claramente agenciado desde Bogotá.
Como estrategia de sensibilización y concientización de la población Raizal y con el firme propósito de conseguir un respaldo masivo a las propuestas encarnadas por el movimiento independentista, tuvieron lugar en diferentes momentos de las décadas de los sesenta y setenta del siglo pasado, jornadas de recolección de firmas, no sólo en el Archipiélago y en otras partes del Caribe como Panamá, Nicaragua y Belice donde vivían Raizales, sino incluso en EE.UU.
Las actividades de cabildeo internacional y de recolección de firmas se complementaron con algunas puntuales acciones de resistencia civil, que tenían el propósito de poner al descubierto el etnocidio al que venía siendo expuesto el pueblo Raizal a manos de la metrópoli, como se refieren a Colombia diversos documentos y textos independentistas.
Las reacciones del Estado colombiano frente a las actividades promovidas por el movimiento independentista no se hicieron esperar. Los organismos de seguridad del Estado tendieron un cerco sobre Marcos Archbold Britton y los líderes más visibles del movimiento. Al respecto se conoció de un documento elaborado por los organismos de inteligencia colombianos con recomendaciones explícitas para reprimir y aislar a los líderes del movimiento independentista y para acelerar y profundizar las estrategias de “colombianización” diseñadas e implementadas desde el Gobierno Nacional de Colombia.
Trabajando intensamente y acudiendo a diferentes estratagemas para evadir el permanente hostigamiento de los agentes de seguridad colombianos, el movimiento independentista consiguió hacer llegar a la ONU un documento, respaldado por más de diez mil firmas, donde se presentaba el caso del pueblo Raizal como víctima del colonialismo y se proponía como primer paso para su independencia que el Archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina fuera incluido en el Capítulo XI de la Carta de las Naciones Unidas como Territorio No Autónomo.
El movimiento independentista tuvo como uno de sus mayores logros diplomáticos que la ONU enviara a San Andrés, en la década de los setenta del siglo pasado, un alto comisionado para examinar las posibilidades de viabilizar las demandas del pueblo Raizal. Sin embargo la visita de este alto funcionario fue neutralizada por el Estado colombiano, lo que a la postre significó que las demandas Raizales en la ONU no tuvieran mayor repercusión.
Desde un principio, el movimiento independentista se definió como un movimiento de resistencia civil y, consiguientemente, desechó la utilización de la violencia como forma de lucha y medio para alcanzar los objetivos. Marcos Archbold Britton procuró siempre que el deseo independentista de los Raizales no fuera manipulado políticamente por terceros que traerían otros intereses distintos al de conseguir un mejor futuro para el pueblo Raizal, el cual sólo se conseguiría con la independencia de Colombia.
A la frustración causada por el fracaso de las gestiones ante el Sistema de Naciones Unidas se presentaron no pocas escisiones y fracturas en el seno del movimiento independentista, las cuales terminaron por debilitarlo inexorablemente. Las posiciones entre el sector que buscaba la independencia como Estado autónomo y soberano y el que pretendía la anexión a otro país, incluido EE.UU, se hicieron cada vez más irreconciliables. De la misma manera los planteamientos de un sector bastante minoritario de acudir a la lucha armada, lo que iba abiertamente en contravía de los sectores mayoritarios que le estaban apostando a un movimiento amplio y masivo de resistencia civil, terminaron por enrarecer aún más el ambiente político y social que se vivía por entonces en el Archipiélago. De otro lado, no sólo EE.UU quiso involucrarse en el movimiento con el fin de hacerse a la soberanía de importantes áreas terrestres, marinas, submarinas de la región, sino que al parecer también los organismos de seguridad del Estado colombiano pudieron infiltrarse en algunos entornos de acción del movimiento.
Con el debilitamiento del movimiento, debido a las repetidas amenazas de muerte recibidas y ante el acoso de los organismos de seguridad del Estado colombiano, Marcos Archbold Britton tuvo que refugiarse en los Estados Unidos en donde murió en 1990.
El movimiento separatista fue fácilmente disuelto y todos los posibles integrantes del grupo sufrieron la represión militar. La rápida disolución de esta experiencia separatista se pudo deber entre otras cosas a varios factores, entre los que se pueden mencionar:
- Faltó un mayor trabajo de sensibilización y concientización entre los habitantes Raizales del Archipiélago. Todo indica que el movimiento no alcanzó a ser lo suficientemente amplio y masivo sino que se restringió en lo fundamental a círculos intelectuales Raizales.
- No se hizo ningún intento de buscar alianzas en el continente colombiano con algunos sectores que hubieran podido simpatizar con la causa del pueblo Raizal, como los pueblos indígenas. Sin embargo, ciertamente las posibilidades de encontrar aliados para la independencia en Colombia continental era muy remota porque, teniendo como referente inmediato la separación en 1903 de Panamá, en el imaginario colectivo colombiano el proyecto independentista Raizal tendía a identificarse como una estrategia del imperialismo norteamericano.
- Faltó mucha más claridad sobre los contenidos y formas del proyecto de autodeterminación y autogobierno que pretendían darse los Raizales. En ese sentido faltó conceptualizar mejor la situación del pueblo Raizal como Estado independiente.
- Divisiones internas, atizadas entre otras, por intereses del imperialismo norteamericano y los organismos de seguridad del Estado colombiano. Los dirigentes no pudieron unificar criterios para fijar una posición más sólida y consensual.
- No cabe duda que la represión militar y policial contra los líderes separatistas sirvió para estrechar los escenarios de movilidad del movimiento independentista.
El movimiento independentista encabezado por Marcos Archbold Britton llegó a su fin pese a los esfuerzos que, a principios de la década de los ochenta del siglo pasado, adelantaron algunos sectores para reactivarlo luego de su forzado exilio en EE.UU. Con la consigna “Colombia es culpable y tendría que ser enjuiciada” sectores independentistas y secesionistas intentaron reconstruir el movimiento sin mucho éxito.
Lo que es claro es que la desaparición del movimiento independentista no implicó en lo absoluto la liquidación de las tendencias separatistas. Una encuesta adelantada en 1987 y comentada en un artículo publicado al año siguiente en la Revista Sotavento de la Universidad Externado de Colombia señalaba que en San Andrés un 42% de la población Raizal manifestaba una inclinación separatista, mientras que el 58% mostraba preferencias por la situación actual como departamento de Colombia. Así mismo concluía que el 52% “gustaba de Colombia”, un 39% se sentía colombiano, en tanto que un 59% se consideraba simplemente Raizal.
A la postre los sectores independentistas provenientes de la experiencia de lucha desarrollada por Marcos Archbold Britton terminaron enriqueciendo un movimiento Raizal mucho más amplio que, como sucedáneo a la independencia y a la secesión, comenzó a formular, bajo la consigna de “justice, respect, prosperity and self determination for the native people of St. Andrew, Old Providence and Catalina Island´s”, una avanzada propuesta de autodeterminación para el pueblo Raizal en el marco de la actual Colombia. Esta organización, fundada en San Andrés en marzo de 1984 y conocida como The Sons of the Soil Movement, (S.O.S), ha sido en la historia del Archipiélago la que ha conseguido definir de manera más clara, consistente y sistemática las demandas históricas del pueblo Raizal.
Puede decirse que actualmente la inmensa mayoría de organizaciones legítimas y representativas del pueblo Raizal tienen, en razón de haberse formado en el seno de The Sons of the Soil Movement, (S.O.S), sus antecedentes más prominentes en el movimiento independentista liderado por Marcos Archbold Britton.