Rodolfo Hernández: crónica de una estafa anunciada- Por: Attila Lenti 

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 “Tiene que terminar de una vez el hecho primitivo, el hecho indecoroso para mi patria que es un gran pueblo, de que se le maneja con el irrespeto con que se manejan las vacadas de las haciendas privadas. Los hombres colombianos no podemos ser manejados con ese irrespeto”.

Hay muchas frases de Jorge Eliécer Gaitán que pueden aplicarse a nuestro presente, pero su indignación por el irrespeto a los colombianos hoy es más vigente que nunca. Los mismos de siempre piensan repetir el truco de 2018, cuando lograron engañar a una gran parte de la ciudadanía colombiana y poner a un títere inútil como presidente.

Duque había heredado un país que ya iba resolviendo varios de sus problemas históricos y en cuatro años dejó un desastre total en términos institucionales, sociales y económicos. Los colombianos pagaron su ingenuidad con hambre, desempleo e inseguridad en el campo y en las ciudades. Hoy ya saben, con abundante evidencia, que el uribismo no gobierna para el pueblo sino para unos pocos privilegiados. Lo anterior se refleja en las cifras de desigualdad.

El candidato Rodolfo Hernández, que se presenta como antiestablecimiento y anticorrupción, ya tiene el apoyo de cuanto corrupto existe en Colombia, en primer lugar el del uribismo. ¿Por qué? Porque ellos ya saben muy bien que él no traerá ningún cambio, que no representará ningún riesgo para sus intereses individuales: es el que les va a garantizar que las cosas sigan igual. En sus medios lo muestran como un niño inofensivo, así como cuando en 2018 promovieron a Duque en medio de charlas agradables acerca de sus bandas de rock preferidas.

Las frases cortas del señor Hernández sonarán muy bien en una borrachera, pero demuestran poco conocimiento de los problemas del país y mucho menos de sus soluciones. Lo peor es que cada una de sus expresiones y movidas, resultados de una muy precaria educación, evidencian su profundo desprecio hacia la gente que quiere gobernar. Miremos punto por punto. El material que nos provee “El Ingeniero” es rico en detalles y las citas textuales hablan por sí solas:

  1. “El ideal sería que las mujeres se dedicaran a la crianza de los hijos”. “Es bueno que hagan comentarios y que apoyen desde la casa. La mujer metida en el Gobierno, a la gente no le gusta”.

En la Colombia que yo conocí, las mujeres se valoran y se creen dignas de escoger cualquier profesión en igualdad de condiciones. Con valentía y ahínco han reclamado los espacios que están ocupando, incluyendo la política. Sus luchas no quedarán en vano, ni se amedrantarán frente a la misoginia del candidato de pensamiento obsoleto.

  1. “No asistiré a debates porque no voy a ser partícipe de estas dinámicas polarizantes y de odio. Presentaré mis ideas y propuestas en entrevistas y en mis redes sociales, hablando con los colombianos”.

Presentarse a un debate es un deber fundamental de cualquier candidato, una muestra básica de respeto hacia los votantes. En cualquier democracia madura un candidato que no va a debate pierde todo prestigio, toda seriedad ante la gente. En este caso el candidato argumenta que enfrentar ideas para facilitar una decisión informada de la sociedad es una “dinámica polarizante”. Óigase bien, la democracia “polariza”.

El argumento por supuesto brilla por su estupidez, pero el pueblo colombiano sabe que esta no es la verdadera razón. La verdad es que, en ausencia de saberes básicos de la administración, de un programa de gobierno y de ideas propias, el “ingeniero” está consciente de que su rival barrerá el piso con él. Así como también lo sabía Duque cuando no asistió al debate contra Gustavo Petro en 2018. Este irrespeto se castigará en las urnas.

  1. “¡Imagine quince años un hombrecito pagándome intereses, eso es una delicia!”

El personaje puede seguir exprimiendo a los pobres desde la Presidencia. “¡Una delicia!”. Como candidato a la Alcaldía de Bucaramanga, prometió construir 20 mil viviendas, de las cuales no construyó ninguna. Luego, dijo que no eran viviendas, sino lotes con servicios, pero tampoco entregó ninguno. Además de mentiroso, es cínico.

Rodolfo Hernández propone que la gente trabaje desde las seis de la mañana hasta las cinco de la tarde, como si de eso dependiera el desempeño económico del país. Ahí queda claro que saber producir plata no requiere entender de economía. Saber beneficiarse individualmente es una cosa, construir país es otra. El ingeniero, por ejemplo, de economía no sabe un carajo, pero sus palabras insinúan que es un notorio explotador como empresario.

En los países donde le economía genera alto valor agregado basado en el conocimiento, el número de horas laborales se han ido disminuyendo de manera radical. Es la tendencia sana. El colombiano no debería seguir comiendo cuento y sacrificándose por migajas. Ya se mata trabajando por poco dinero y en inestabilidad laboral, es hora de dignificar su trabajo y producir de forma inteligente. Calidad vs. cantidad. Ustedes no son mano de obra barata tercermundista, son una fuente de infinita creatividad e innovación, capaces de competir con los países más desarrollados del mundo. No es cuestión de sacrificarse más, sino de votar bien.

“¿Y qué es la Ley 30?”, pregunta.

Soy extranjero, pero a los pocos años de haber vivido en Colombia sabía de la Ley 30. Por lo menos de algún noticiero. ¿Será que el tipo siquiera sabe que el país tiene una Constitución? Sus asesores entienden muy bien por qué es un riesgo mandarlo a debates, eventualmente habría que opinar de la educación superior. Creo firmemente que el colombiano no quiere poner el futuro de sus hijos e hijas en las manos de ese señor.

El candidato supuestamente anticorrupción está investigado por corrupción en la Fiscalía y existen pruebas de interés indebido en la celebración de contratos, como lo evidenció Daniel Coronell, uno de los mejores periodistas del país, en su reciente investigación. Cualquier persona que vote hoy por el imputado, debería perder el derecho de quejarse de los políticos corruptos para el resto de su vida. Fue advertida a tiempo.

El candidato Rodolfo no puede traer cambios porque es el candidato de Álvaro Uribe y del uribismo. Claro, él tratará de mostrar que no es así, ya que hoy en día es una alianza incómoda por obvias razones. Dejaron el país hecho nada. Pero en la práctica tiene el apoyo explícito de Federico Gutiérrez y las figuras claves del uribismo ya se expresaron a su favor. Tampoco podrá gobernar sin ellos. Estos apoyos no son gratis y deberán pagarse en su debido momento. Ya saben cómo.

Conclusión: el camino al infierno está empedrado de buenas intenciones. El colombiano decente quiere un cambio, pero ya está anunciado que todo voto a Rodolfo Hernández, un estafador incoherente que pretende engañarlos a punta de videos baratos de TikTok, será un aporte a cuatro años más de caos, corrupción, pobreza y destrucción ambiental.

Ustedes podrán ver el nacimiento de la nueva Colombia donde sus hijos e hijas tendrán oportunidades para fundar empresas de la cuarta revolución industrial con visión de país, volverse científicas protectoras de la vida y la biodiversidad, investigadores internacionalmente destacados y agricultores prósperos, productores de superalimentos para el mundo entero. Vivirán sabroso.

Nunca antes había sido tan clara la elección entre la vieja y la nueva Colombia, representadas por candidatos tan diferentes. Ni tan urgente y vital que por fin la dignidad se haga costumbre.


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