San Andrés en crisis: no hay cama pa’tanta gente-Por: Kent Francis James

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kentQuizás no se han tomado muy en serio las circunstancias que se viven en la isla, quizás no tenemos la capacidad y conocimientos para percibir la realidad o quizás –lo que es peor–, aún advertidos, se está evadiendo la verdad mientras se exprimen todos sus recursos cual si fuera esta una mina a cielo abierto de donde se extrae aceleradamente sin reponer.

Ser Reserva de Biosfera para la convivencia sostenible del hombre y la naturaleza aquí parece ser solo un letrero sin iluminación. Valdría la pena haber encuestado a los marchantes de ayer sobre el significado de la R.B. ‘Seaflower’ que portamos de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, desde hace ya dos décadas.

En la isla se han sobrepasado todas las ‘capacidades’ y estamos que reventamos.

Ayer conversaba con personas de larga presencia en San Andrés quienes relatan cómo en los 60s, 70s, y aún en los 80s vivieron en un ‘paraíso’, que los turistas compradores de las mercancías que acá ofrecían, no superaban los trescientos mil anualmente, que se distinguían personalidades de bien que visitaban no sólo de Colombia como de Panamá, Costa Rica, Nicaragua, El Salvador, Honduras y Guatemala con quienes teníamos conexiones aéreas y que también llegaban de Estados Unidos, Canadá y de otros países.

Es de anotar algo importante, la población total en San Andrés no superaba los cuarenta mil, y aunque ya esa cantidad excedía la capacidad instalada de servicios públicos básicos, especialmente las sanitarias, ya se veía venir la tormenta…

Es decir que esta casa con cupo limitado por su tamaño, por sus espacios, por la convivencia, pero ante todo por su medio ambiente, sus brisas, su mar, su sol, sus playas, sus islas y sus cayos, su gente ancestral, sus tradiciones, valores y su cultura, no debió ser sobrepoblada y avasallada.

Sin embargo, ayer vimos a algunos “exigiendo”.

Exigiendo que aterrice más de treinta vuelos diarios jet de gran tamaño al terminal en una isla con capacidad instalada para sólo la mitad de esa cantidad, exigiendo medidas gubernamentales que restablecerían la meta de albergar cerca de dos millones de visitantes para este año, exigiendo quizás al gobierno nacional pagarles por no cumplirse sus expectativas y también, quizás, por haber sido elegido el presidente Petro, claro está, sin su consentimiento.

La pandemia reciente nos advertía de las debilidades de nuestras condiciones, sin seguridad alimentaria, sin recursos de agua potable, de sanidad, de planificación, y sin el mar que tradicionalmente nos permitió una congrua subsistencia por determinación del alto tribunal de La Haya.

No esperemos otro infortunio similar a los huracanes en Providencia y Santa Catalina para cambiar.

La insolvencia de las dos aerolíneas responsables del transporte a la isla de unos quince vuelos al día nos da otra advertencia para la revisión de las capacidades integrales en San Andrés en términos de su sostenibilidad.

Aquí no hay cama para tanta gente, a no ser que el objetivo sea ‘reventarlo’ todo para después ir en busca de otros destinos para invertir las utilidades logradas causando extinciones y muerte a humanos y a la naturaleza.

El presidente en su última alocución en la Casa de la Cultura hace un mes escaso, nos convida a diseñar una integración con el Caribe, insular y continental, para recrear una suerte de convivencia pacífica, que incluye reducir la carga poblacional sobre el territorio, que restablezca a los raizales en su legitimidad de no ser extinguidos en propia tierra, de crecer en autonomía y preservación cultural.

En síntesis, antes de mirar al Gobierno Nacional como responsable de las consecuencias de las acciones importadas a esta isla, pueden también los que marcharon, hacer reflexiones sobre cómo vivir aportando, repatriando utilidades obtenidas y racionalizando sus ambiciones a condiciones de sostenibilidad como quien tiene un sentido de pertenencia.

 

 


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