Por NICHOLAS CASEY
Colombia — Un testigo les dijo a los fiscales que vio los cuerpos de los hombres asesinados por fuerzas paramilitares flotando en un río de la hacienda.
Otro, un ayudante que trabajaba en la hacienda, describió cómo el jefe de un escuadrón de la muerte conocido como el Mono solía vagar por la propiedad libremente a caballo.
La tercera testigo, una empleada de limpieza, le contó a los investigadores sobre las muertes de sus dos sobrinos jóvenes: poco después de medianoche, dijo, fueron atrapados, atados y ejecutados.
“¿Quién le daba órdenes al Mono?”, preguntó un fiscal.
“Sería don Santiago”, respondió el ayudante de la hacienda.
Esos testimonios podrían haberse perdido entre los incontables episodios de crueldad sucedidos en el largo conflicto de Colombia, si no fuera por un detalle: “Santiago”, el dueño del rancho, es Santiago Uribe. Su hermano, Álvaro, presidente de Colombia durante dos periodos, se ha vuelto a convertir en el político más poderoso del país.
Santiago Uribe está en espera de juicio por los cargos de haber comandado un escuadrón de la muerte llamado los Doce Apóstoles, el cual se sospecha que está involucrado en cientos de asesinatos. Por su parte, Álvaro Uribe es investigado por la Corte Suprema de Justicia por supuesta manipulación de testigos en un caso que involucra acusaciones de que él operaba un grupo paramilitar por su cuenta.
No obstante, con el regreso al poder de Álvaro Uribe, muchos colombianos se preguntan si ambos casos serán procesados.
Jaime Granados Peña, abogado de Santiago y Álvaro Uribe, declinó ser entrevistado, pero emitió una declaración por escrito el 18 de junio en la cual afirma que las acusaciones forman parte de un ataque político que existe desde hace tiempo contra los hermanos. Él señaló que los testimonios no forman parte de los procesos existentes contra la familia Uribe.
Según Granados, la hacienda “ha sido un predio destinado exclusivamente a la realización de actividades agropecuarias” y “jamás ha sido un lugar dirigido a la realización o planeación de crimen alguno”.
No obstante, las declaraciones de los testigos, guardadas en archivos de los fiscales sobre los Doce Apóstoles que fueron revisados por The New York Times, ofrecen relatos de primera mano de asesinatos que asolaron al rancho y el área circundante en la década de los noventa. Los archivos contienen grabaciones de audio en las que los trabajadores prácticamente no dejan duda sobre quién estaba a cargo de los asesinos.
“¿Alguien más le daba órdenes además de don Santiago?”, preguntó el fiscal.
“No”, dijo el ayudante del rancho, cuyo nombre, como los de los otros testigos referidos en este artículo han sido resguardados por The New York Times para garantizar su seguridad.
‘Un buen muerto’
En junio, el candidato elegido personalmente por Álvaro Uribe para la presidencia, Iván Duque, ganó la elección por un amplio margen. Se espera que Uribe domine la legislatura entrante a través de su posición en el Senado, donde el partido que fundó, Centro Democrático, ganó la mayor cantidad de escaños.
Tanto Duque como Uribe han propuesto reestructurar el sistema judicial para remplazar a las altas cortes con solo una —acción que eliminaría a la Corte Suprema, precisamente el órgano que lleva el caso de los Doce Apóstoles—.
“Al parecer, hay pocas dudas de que el deseo de Uribe es debilitar o eliminar las graves investigaciones surgidas contra él y su familia”, dijo Michael L. Evans de National Security Archive, un grupo de investigación sin fines de lucro con sede en Washington que ha publicado documentos sobre los nexos entre políticos y grupos paramilitares. Esa organización revisó los archivos vistos por The New York Times.
Las investigaciones han probado ser un desafío para el sistema de justicia de Colombia por otras razones. Algunos testigos han sido asesinados, mientras que otros se han retractado de su testimonio. Algunos dijeron que les habían ofrecido dinero a cambio de ofrecer evidencia para o en contra de los hermanos Uribe.
Uno de los testigos que fue asesinado fue Carlos Enrique Areiza Arango, exintegrante de un grupo paramilitar. El 14 de abril, fue asesinado por desconocidos armados cerca de Medellín.
Areiza Arango había sido uno de varios testigos a quienes se les brindó protección del Estado por orden de la Corte Suprema y se esperaba que testificara en el caso de manipulación de testigos que involucra a los hermanos Uribe y a grupos paramilitares.
En respuesta al asesinato, Álvaro Uribe publicó un mensaje en Twitter en el que califica a Areiza como “un bandido” y afirmó que ahora era “un buen muerto”. Tras las críticas, dijo que el mensaje había sido publicado por otra persona y que él no celebraba las muertes de otros.
‘Yo me cuido’
La hacienda La Carolina está en las colinas del departamento colombiano de Antioquia, a cuatro horas en auto de la capital regional, Medellín, después de pasar por bosques de pino que ofrecen lugares desde donde se pueden observar los Andes. En la década de los noventa, era una región conocida por la cría de toros de lidia y por las pasturas donde las vacas producían leche que era enviada a los pueblos cercanos.
No obstante, el escenario pastoral tapaba un conflicto siniestro.
El conflicto armado de Colombia era violento y los guerrilleros de izquierda vagaban por el campo, donde cometían masacres y extorsionaban a los ayudantes de los ranchos locales. En 1983, el conflicto llegó a la casa de los hermanos Uribe: su padre fue asesinado por los rebeldes durante un intento de secuestro en la hacienda familiar. Álvaro Uribe descubrió el cuerpo.
Para mediados de la década de los noventa, Álvaro se había convertido en el gobernador de Antioquia. En ese cargo, promovió los grupos armados de vigilancia vecinal que posteriormente fueron acusados de masacrar a rebeldes y civiles por igual. Uribe ha dicho que él desmanteló los grupos cuando surgieron las acusaciones.
En la hacienda de su hermano Santiago, supuestamente surgió un patrón similar de violencia.
Empresarios acaudalados de la zona, cansados de pagar dinero de extorsión a los rebeldes, formaron una organización conocida como los Doce Apóstoles, según residentes y fiscales. El grupo —obtuvo su nombre debido a que un sacerdote era uno de los líderes— trabajó de cerca con policías que eran, a la vez, sus informantes y sus sicarios, según afirman los vecinos de la zona.
“Ellos tenían listas de quién era el próximo a ser asesinado y éramos considerados rebeldes solo por ser campesinos del campo”, dijo Fernando Barrientos, quien dice que su hermano, Camilo, fue asesinado por los Doce Apóstoles en 1994. Barrientos presentó una denuncia criminal contra Santiago Uribe por la muerte de su hermano. Uribe fue encarcelado después de ser arrestado en 2016 y después lo liberaron para esperar el juicio.
En un día reciente, Barrientos se sentó en una pequeña vivienda de un piso y recordó el día en que murió su hermano. Dijo que recibió una llamada del sacerdote de la zona, quien con pánico le dijo que los Doce Apóstoles estaban buscando a Camilo y que él tenía que pedirle que se escondiera.
No obstante, Camilo se negó. Él conducía un bus cuando dos hombres abordaron el vehículo y le dispararon, dijo Barrientos.
“Antes de que saliera en el bus, me dijo: ‘Yo me cuido’”, afirmó.
El testimonio revisado por The New York Times se centra en el comandante paramilitar fugitivo, José Alberto Osorio Rojas, quien los fiscales afirman que era uno de los principales líderes de Los Doce Apóstoles y usaba los alias Rodrigo y el Mono. De acuerdo con un sumario del caso revisado por este medio, los fiscales estaban investigando a Osorio Rojas cuando se toparon con un testimonio que lo vinculaba con Santiago Uribe.
Ademas de Osorio Rojas, un sicario del grupo paramilitar apodado Pelusa también era mencionado a menudo por los trabajadores. Ellos afirman que ambos hombres trabajaron para Santiago Uribe. Osorio Rojas era visto frecuentemente a caballo con Santiago mientras observaban a los sementales de los toros de lidia; no queda claro cuál era el trabajo de Pelusa.
“¿Que los llamaban cómo?”, preguntó un fiscal a uno de los testigos sobre los hombres.
“Paracos”, dice el testigo, un ayudante que trabajó en La Carolina en 1995, al usar un término común para los paramilitares. “Porque ellos eran asesinos. Estaban limpiando por ahí”.
El testigo, que estaba a cargo del ganado entre otros trabajos, recordó que un día encontró los cuerpos de tres personas en un río cercano a donde trabajaba en la hacienda. Él dijo que habían sido asesinados por Osorio Rojas y Pelusa en un pueblo cercano y después los tiraron al agua. El caso aparentemente nunca fue resuelto.
En otra instancia, el testigo dijo que Pelusa, ebrio, mató a un hombre en una hacienda vecina después de que retó a los Paracos.
“El man comenzaba a gritar”, dijo el testigo. “Entonces, el man salió y… pum, de una le pegó un tiro en la cabeza. Y ahí lo dejó. Un señor ya de edad”.
Otros trabajadores testificaron sobre cuán cercano era Santiago Uribe a los sicarios, particularmente a Osorio Rojas. “Ellos eran muy íntimos”, recordó un trabajador que dijo que había trabajado en la hacienda durante más de veinte años desde 1985.
El mismo hombre les dijo a los fiscales sobre la constante presencia de policías y militares en la propiedad. Se dice que los Doce Apóstoles tenían vínculos no solo con Santiago Uribe, sino también con las fuerzas de seguridad del departamento de Antioquia, la entidad donde su hermano fue gobernador.
“Iban a reuniones con don Santiago”, dijo el trabajador, en referencia a los militares.
También afirmó que la policía frecuentemente llegaba y le pedía a Santiago que firmara papeles que eran “una constancia de que sí estaban prestando servicio allá”.
La mujer de limpieza que dijo que sus sobrinos fueron asesinados les indicó a los investigadores que habían muerto a manos de los paramilitares. Estos encontraron a uno de los sobrinos en el hogar de sus padres en un pueblo cercano, mientras que el otro fue capturado en una edificación de la hacienda.
La testigo recuerda los gritos de la madre mientras los hombres armados arrastraban al hijo para llevárselo y también cuando le dijeron a la madre que no le contara a nadie o ella también sería asesinada.
“Ellos trabajaban allá, hacía muchos años que trabajaban allá, dos hermanos”, dijo la mujer sobre sus sobrinos. “Los encontraron el martes así con las manos amarradas por detrás”.
‘Limpiar el lugar’
En los pueblos campesinos de las colinas, a una hora en auto de La Carolina, todavía están frescos los recuerdos de los Doce Apóstoles.
Jhon Jairo Álvarez, un funcionario gubernamental de derechos humanos durante la época de las masacres, recordó en una entrevista telefónica cómo en una noche en octubre de 1996 el grupo paramilitar llegó al pueblo de Campamento con ochenta hombres armados y les ordenó a los habitantes que fueran a la plaza.
“Nos dijeron que tenían órdenes de limpiar el lugar y matar a los colaboradores de la guerrilla”, dijo.
Pusieron a un joven frente a la multitud y lo asesinaron con disparos de rifles de asalto y pistolas mientras familias enteras observaban con miedo, dijo Álvarez.
El escuadrón de la muerte, dijo, llegó en camiones marcados con la insignia del gobierno del departamento de Antioquia. Eso les hizo preguntarse qué papel desempeñó Álvaro Uribe, quien era gobernador en ese entonces y tenía control de esos vehículos.
No obstante, Fernando Barrientos, cuyo hermano fue asesinado en 1994, dijo que era el otro hermano Uribe, el ganadero, a quien más le temía en ese momento. Poco después de que Camilo murió, Fernando abandonó el pueblo y nunca volvió.
“Siempre me decían: ‘Cuidado con Santiago. Porque es el que manda a los Doce Apóstoles’”, recordó.