Yo sé que muchos por acá vieron el debate de ayer entre Petro, Fico e Ingrid y comentan hoy por aquí sobre una nueva “peinada” de Petro, pero yo diría que aquí ya no hay peinada, la palabra para lo que ocurre en los debates a los cuales asiste Petro requiere de otro nombre porque Petro no debate, EDUCA a sus oponentes.
Fico, la nueva esperanza de la “gente de bien”, es un perfecto imbécil, lo siento. Ese “¡Oiga Petro!” que usa para referirse al candidato del PH parece expresión de tendero de Marinilla, no de candidato presidencial. Su pose no es la pose de un líder popular sino la de un charlatán de pueblo. Fico tiene un aire de “narco-en-vacaciones-en-su-finca” que pareciera que después de cada comentario va a servir el “guaro” para festejar su chistecito.
Dentro de los múltiples rostros del uribismo Fico hace el papel del “traquetico gozón”, mientras que Duque es más “el niño sumiso” de ese mismo uribismo.
Entonces, siguiendo con su encarnación de traquetico gozón, Fico busca un pequeño chiste tras cada intervención de Petro, quizá porque el tipo no está preparado para hablar de cosas serias y su única oportunidad de lucimiento es a través de un chistecito flojo y sirviendo el guaro. Más que traquetico Fico lo que tiene es empaque de lavador, un carajo no muy violento, pero que le gusta estar cerca de los “duros”. Cualquiera que haya visto traquetos sabe a lo que me refiero.
Y, ayer, durante el monólogo educativo de Petro al que llaman debate, Fico callaba y prestaba atención cada vez que Petro hablaba. Era como un alumno tomando nota, pero no un alumno aplicado sino uno medio caspa que busca lucirse ante el resto de sus compañeros con un chiste que haga reír al salón. Petro aporta la clase magistral, y Fico el chiste, el comentario sabroso que le saca trascendencia a la cátedra. En otras palabras, cuando Fico interviene en un debate, no es para exponer sus ideas como Petro, sino para burlarse del “maestro”, con lo cual queda en evidencia que su auditorio no es el pueblo de Colombia, sino la “gente bien” que quiere ver a Petro reducido de alguna forma. Fico no sabe nada de nada, es un imbécil, pero siempre tiene a la mano un “¡oiga Petro!” con el que inicia sus chistecitos para hacer reír al traqueterio de Colombia. En las intervenciones de Fico casi que uno puede ver a los traquetos en el borde de la piscina de la “Hacienda Nápoles”, rodeados de putas, decirle “¡Fico, mijo, serví el guaro y contá otro chiste!”, para que el gregario Fico empiece con un “¡Oiga mijo!, resulta que había una vez una monja que…”.
Fico es un animador de fiesta de traqueto, devenido en candidato presidencial.
El caso de Ingrid es diferente. Ingrid también oye la clase magistral de Petro en los debates, pero ella es la “estudiante viajada” que cree que sabe más que el profesor por el simple hecho de haber viajado y haber vivido en Paris una temporada.
Ingrid, en muchos aspectos, encierra el vivo ejemplo de la “gente de bien” de Colombia.
La gente de bien de Colombia -y por aquí tengo a varios de contacto, así que puede verse al espejo- cree que ser “gente bien” es una especie de condición divina que de por si alcanza para todo. Entonces, si alguien menos “bien” que ellos opina sobre algo, esa opinión no cuenta porque la dice alguien sin los galones sociales suficientes para respaldarla. Y si el que el que la dice no es “bien” y es de provincia, peor todavía pues osar a tener la última palabra, siendo un “don nadie” de provincia, es una blasfemia para gente como Ingrid.
Por lo tanto, la sabiduría y la forma articulada de exponer Petro resultan altamente irritantes para esta doña colombo-francesa que ve a Petro como a una mierda. “¿Ese morenito de provincia (y costeño para rematar) como se atreve a saber más que yo, una parisina?” se pregunta Ingrid todo el tiempo, quien cuando es cogida fuera de base, pierde el control y recurre a la agresión personal o la revelación de intimidades. Ingrid es como una de esas mujeres que al divorciarse salen a ventilar los defectos de su ex-marido en un acto de venganza e impotencia.
Ayer, al quedarse sin argumentos, recurrió a la intimidad de Petro. Su rival no puede ser más que ella, por lo tanto, debe tener Alzheimer. Además, ella lo vio tirado en una alfombra deprimido en Bruselas, lo que prueba su Alzheimer (???).
¿En serio Ingrid quiere abrir esa puerta y que se sepa su vida personal? ¿Sus fíesticas con “fuá” y todos los amantes que tuvo antes, durante y después de su cautiverio en el monte?
Que avise de una vez para ver si le sacamos la colección de “palos” en donde Ingrid se ha “mecido”. Por ese sendero, Ingrid tiene más “jugo” que Petro, eso si seguro.
El problema es que Ingrid no sabe aceptar cuando tiene un argumento perdido y pierde los papeles en esas situaciones. La cagó al echarle vainas a Petro sobre sus conversaciones con Cesar Gaviria, porque ella fue funcionaria de la administración Gaviria. Y una vez expuesta en su incongruencia, perdió el control de sí misma y le sacó el cuento a Petro de su deprimida en Bruselas porque tenía que hacer algo para contrarrestar la puesta en evidencia que le había hecho Petro.
En resumen, esos “debates” con Petro no son debates. No son las “ideas de Petro” contra las “ideas de los otros”. Los otros no tienen ideas, tienen chistes, como Fico; tienen miedo, como Duque en las elecciones pasadas; tienen odio, tienen desprecio, como en el caso de Ingrid.
Y todos oyen lo que dice Petro, todos oyen la clase, todos reconocen con lenguaje corporal que Petro sabe más que ellos
¡Qué debate ni que ocho cuartos, ahí no hay debate!