“¡No me toques!”. Aquí en el monumento erigido a la libertad en el Camellón de los Mártires, Cartagena de Indias.
«En este sentido etimológico la nostalgia (contrario a la memoria) parece algo así como el dolor de ignorar, de no saber: estás lejos y no sé qué ha sido de ti. Mi país está lejos y no sé qué está ocurriendo allí ».
Fueron las últimas palabras del patriota Pantaleón Germán Ribón y Segura (momposino) antes que una ráfaga de 21 fusiles acabara con su vida el 24 de febrero de 1816. Esta es una fecha que debería perdurar en la mente de cada cartagenero y en la memoria histórica de la Nueva Colombia: Colombia, Venezuela, Ecuador y Perú. Y se incluye a Panamá y Bolivia que nacieron después de la independencia del imperio español.
«La libertad de América es inminente ¡Muerte a los borbones!»
Fue el último grito de libertad de don Martín Amador (cartagenero) cuando su voz fue apagada por las balas invasoras.
Toda invasión es sangrienta y pestilente. El imperio español, el más poderoso de aquella época, tenía cañones y bayonetas, y miles de hombres en armas. El imperio de hoy tiene bombas inteligentes, más destructoras que en la época colonial. Las invasiones no pueden ser aplaudidas ni tampoco deseadas, con algunas excepciones, como el desembarco de Normandía (1944) en poder de los nazis.
Cinco años después del fusilamiento de nuestros mártires, las palabras de Pantaleón y de Martín Amador se hicieron realidad, cuando el 7 de agosto de 1821 echamos al imperio español y se alcanzó la liberación. Ese día, las tropas invasoras fueron vencidas por las fuerzas patriotas dirigidas por el general venezolano Simón Bolívar en la conocida Batalla de Boyacá.
Rafael Nuñez y los mártires
El presidente de Colombia (1886), el cartagenero Rafael Nuñez, resaltó la memoria de las víctimas del imperio español e inauguró el Camellón de los Mártires, el parque Centenario y el obelisco de la Libertad. Son monumentos alegóricos a la memoria de nuestros mártires y prueba de que las invasiones extranjeras no pueden ser deseadas.
Sin embargo, 203 años después, algunos en Colombia quieren que Estados Unidos invada el territorio de los patriotas. Y 203 años después ni una champeta hemos escrito y arreglado para rendirle el honor a los mártires. Fueron 6 mil hombres y mujeres que perecieron durante la toma sangrienta de Cartagena de Indias por parte del Pacificador Pablo Morillo y Morillo en nombre del rey Fernando VII de España. Ni un porro, ni una cumbia, ni una guabina, ni un réquiem. Esas 6 mil personas están olvidadas pese haber entregado sus vidas para que Cartagena y Colombia fuesen libres, y para que tú disfrutes la libertad que hoy menosprecia.
Espectáculo dantesco
El 6 de diciembre de 1815, montones de cadáveres insepultos de defensores de la ciudad tapizaban macabramente las callejuelas de Cartagena. Mientras los heroicos soldados patriotas vivos permanecían moribundos con sus fusiles en mano sin poderlo accionar; las mujeres en huesos deambulaban como zombis y el olor pestilente a muerte amenazaba al resto de la población sobreviviente por una peste que diezmó a la resistencia heroica.
No solo fueron los 9 fusilados y ahorcados, las víctimas del “Pacificador” Morillo. Fueron 6 mil hombres y mujeres que perecieron durante el sitio. Solo 400 patriotas fueron degollados en las playas de Cartagena sin juicio alguno por el general Morales, subcomandante español. Centenares de mujeres fueron sacrificadas. Es como si Morillo hubiese llenado con hombres y mujeres el estadio de fútbol “Jaime Morón” y le hubiese echado una bomba atómica.
El mismo Rafael Sevilla, capitán del ejército español al entrar a Cartagena después del sitio, escribió:
“Hombres y mujeres, vivos retratos de la muerte, se agarraban de las paredes para andar sin caerse; tal era el hambre horrible que habían sufrido…veinte y dos días hacía que no comían otra cosa que cueros remojados en tanques de tenería“.
El juicio de los invasores
Luego del sitio, los líderes del movimiento independentista que tuvo su mayor expresión el 11 de noviembre de 1811, fueron sometidos a una farsa de juicio impuesto por el invasor. Y después de un poco más de un mes del falso juicio, el 16 de febrero de 1816, fueron ejecutados los siguientes patriotas: Antonio José de Ayos, José María García de Toledo, José María Portocarrero, Manuel de Castillo y Rada, Martín Amador, Miguel Díaz Granados, Pantaleón Germán Ribón, Santiago Stuart, y Manuel Anguiano. Posteriormente en Santa Fé de Bogotá fue fusilado el cartagenero Manuel Rodríguez Torices junto con otros santafereños.
¿Estamos condenados a 100 años más de sitio?
Al cumplirse 203 años (24 de agosto de 1816) del fusilamiento injusto de los mártires de Cartagena por orden del repuesto rey de España Fernando VII, pareciera que la historia de Cartagena estuviese condenada a 100 años más de secuestro. Esta vez por una élite decadente, corrompida y opulenta que cada cuatro años se renueva con visos de democracia y de ciudadanía.
Pablo Morillo y Morillo, conde de Cartagena y marqués de la Puerta, el general español encomendado por el rey Fernando VII, le bastó 105 días de sitio (26 de agosto-6 de diciembre de 1815) para diezmar a la tercera parte de la población de Cartagena de Indias.
Hoy, 203 años después, el sitio que perdura en Cartagena y Colombia es mental. Somos esclavos y nos creemos libres. Soportamos el poder y creemos que lo ejercemos cuando se vota por los verdugos cada cuatro (4) años.
Si, la esclavitud es mental. Estamos programados para ser esclavos. Somos esclavos modernos alienados y enajenados. Estamos secuestrados por los medios de comunicación en poder de élites opulentas y poco éticas que se reparten el poder para quedarse con el dinero de la salud y la educación de los más pobres. También estamos secuestrados por iglesias manejadas por falsos pastores y profetas carismáticos que desdibujan la palabra de Jesús.
Ni una champeta hemos compuesto para perpetuar la memoria de nuestros mártires. Ni una champeta para sacarnos el clavo que nos enterraron hace 203 años.