A la memoria de Monseñor Gerardo Valencia Cano a cincuenta años de su muerte.
La Iglesia Católica es de las instituciones con más prestigio en la sociedad colombiana, quizás la de más reconocimiento y aprecio por estar al lado de quienes sufren, por levantar su voz ante las injusticias, por ser un faro de credibilidad y respeto desde muchos lados. Lo es en una sociedad que tiene profundas diferencias y debates en curso, ante tantos temas a resolver, que son motivo de controversias y luchas sociales y políticas, normales en cualquier sociedad, pero que en el caso de la colombiana se dan en medio de unas violencias de más de seis décadas, que han dejado profundas heridas, con el agravante de que no son cosas del pasado. La sangre sigue corriendo en muchos territorios y en su inmensa mayoría es la sangre de los que han sido excluidos y ultrajados desde siempre: el mundo campesino, indígena y negro, allí está la mayor victimización.
En estos días ha sesionado la conferencia de obispos, el espacio que regularmente reúne a las máximas autoridades de la Iglesia Católica colombiana, para analizar los grandes temas del país y de los retos de la iglesia. En esta ocasión, la sesión de los Obispos de Colombia, se da a pocas semanas del debate electoral que definirá la conformación del nuevo congreso y colocará los nombres de las personas más opcionadas para ser el próximo presidente de Colombia, un tema de especial transcendencia. En este sentido, la Conferencia Episcopal envió un mensaje al conjunto de la sociedad, a quienes compiten por el respaldo ciudadano y al gobierno que tiene la responsabilidad de dar garantías para una competencia sin violencia y transparencia. Aquí se puede ver el texto.
En el mensaje, los Obispos señalaron como los principales problemas de Colombia a: la Inequidad, la corrupción, la devastadora acción del narcotráfico, la pobreza y la violencia. Se han pronunciado contra todas las violencias en curso; han pedido un alto al fuego a quienes ejercen la ejercen; han criticado las políticas que ven en la sociedad “enemigos internos”, a las políticas guerreristas; han llamado a superar todas las violencias en caminos de entendimiento, de asumirnos como hermanos y hermanas, un bello mensaje del cual estamos lejos como sociedad, donde hay que seguir trabajando arduamente para que la vida sea sagrada y no se le atropelle todos los días, como ha sucedido en nuestra sociedad desde siempre.
La Iglesia Católica ha estado al lado de quienes sufren, ha levantado su voz ante los atropellos, han sido valientes en la denuncia y en permanecer al lado de quienes sufren. Esta semana los obispos de Quibdó, Apartadó e Istmina le pidieron al presidente Iván Duque una reunión para reafirmarse en una denuncia que han hecho, de la mayor gravedad: los altos mandos del Ejército Nacional, de la Armada y la Policía en los territorios que ellos lideran como religiosos son socios y trabajan de la mano con el Clan del golfo y las bandas del narcotráfico y atropellan a las comunidades. No es una denuncia temeraria y sin fundamento, es lo que ellos ven y las comunidades corroboran.
Hay que salir del narcotráfico, de las políticas que alientan y profundizan las inequidades, de las políticas interesadas en mantener la violencia. Eso es tarea de la política, los políticos y los gobiernos a todos los niveles, liderados por un gobierno nacional que asuma estos enormes desafíos. Hay que votar esperemos una sociedad que lo haga masivamente y de manera responsable, sopesando historias y propuestas.
Hay que agradecer el compromiso de los miles de pastores que permanecen al lado de las comunidades, dándoles aliento ante el sufrimiento y proclamando que vendrán días mejores, esperemos que sea así.