Las jornadas de protestas por todo el país, en el marco del Paro Nacional, pusieron sobre la mesa y ante las miradas nacional e internacional, la grave crisis institucional del país y permitieron evidenciar con crudeza la profunda desigualdad existente de colombianos y colombianas. Todo ello convertido, para algunos, en una rebelión fruto del colapso del modelo económico neoliberal que hizo de la exclusión social y la violencia su manera más clara de dominación y de actuación en contra de quienes juraron defender.
El pueblo se ha manifestado de distintas formas en ese escenario del paro nacional que tomó ribetes importantes tal de estallido social y movilizando a más de 800 municipios del total del país, de manera pacífica, democrática y de masas, argumentando como banderas la defensa de sus derechos, no solo a la protesta, sino el de ser incluidos en los fines del Estado colombiano, que se denomina Social y de Derecho, que los ha dejado a un lado, en el olvido y excluidos de las inversiones sociales. Un pueblo que soporta hambre, miseria y desempleo en la mayoría de sus habitantes.
La respuesta estatal a esa movilización ha sido de tratamiento de guerra, de militarización de sus pueblos, barrios y calles, estilo “estado de sitio” al mejor estilo de la carta política de 1886 y del denominado “estatuto de seguridad” de Turbay Ayala en 1978.
El paro nacional que tuvo como punto de inicio el 28 de abril, y cuya bandera fue la de ir en contra del proyecto de la reforma tributaria, dio frutos más allá de lo primeramente esperado, esa se cayó junto al prepotente ministro de Hacienda y de la canciller de la república; luego la reforma a la salud y la compra de aviones de guerra, entre otros bastiones gubernamentales. El gobierno de Duque no tuvo otra opción que reconocer el derecho ya conquistado de matrícula cero para los chicos y chicas de los estratos 1, 2 y 3 y le tocó aceptar la presencia en terreno de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, del sistema interamericano, y que actúa como misión de observación y que uno esperaría que el gobierno colombiano acogiera las recomendaciones que entregará con seguridad para favorecer el respeto de los derechos humanos, la dignidad, la paz y la vida y que va en línea directa a reconstruir o tal vez construir democracia en el país.
Como ha se dicho, el paro nacional desnudó una crisis nacional que se agrava ante la mirada internacional que también pugna por ser superada, pero cómo debe lograrse tal pretensión? Todos coincidimos en que es a través de la construcción de espacios o escenarios organizativos, de la participación social en los asuntos de las comunidades, del territorio, de los asuntos culturales, en la humanización de los procesos educativos, artísticos, en la comunicación horizontal.
La creatividad de quienes desde los puntos de resistencia, de las primeras líneas en las ciudades, de las marchas y sus expresiones artísticas, desarrollaron nuevas estrategias para superar la crisis, Sin lugar a dudas, siempre pensaron desde esa forma novedosa del pensamiento crítico reconstruir al país, para la inmensa mayoría excluida, enviando mensajes claros al pueblo de que la lucha de ellos los cobijaban plenamente y que esos esfuerzos iban en contravía de las actitudes ideológicas violentas del gobierno de Duque que es orientado por la oscuridad del Estado comunitario y corporativista de quien acuñó la “seguridad democrática”, así como del modelo económico neoliberal.
La resistencia ciudadana y juvenil en particular, demostraron al país entero y a la comunidad internacional la justeza de las reivindicaciones pedidas. Fue en medio de esa resistencia en la que se expresaron nuevos modelos y formas de lucha, desde las palabras y sus significados, los simbolismos utilizados como el del uso de la bandera colombiana al revés, la alegría en las marchas, la colaboración y cooperación y en la apropiación cultural revindicaron un nuevo pensamiento crítico a favor de la concientización social freiriana que como pedagogía cuestiona la opresión y educa en la acción por los cambios sustanciales que nos permitan avanzar hacia la construcción de democracia.
Este estallido social también registró unidad nacional desde la diversidad, como producto ciudadano de resistencia y del resurgir de una sociedad que lucha por una solución política y democrática. Duque y su gobierno autoritarista desconoce el Estado Social de Derecho y sus alcances, negando derechos fundamentales, haciendo nugatorio por demás el derecho constitucional de protesta, olvidando la altísima responsabilidad de construir sociedad justa e igualitaria garantizando la dignidad humana, la vida, la participación pluralista y la paz.
La respuesta del gobierno, como se dijo, fue mediante el tratamiento de orden policivo, militarista y de guerra. No buscó nunca el diálogo. El asesinato a jóvenes, a líderes y lideresas, de los atentados contra la humanidad de marchantes con disparos a sus ojos, dejándolos tuertos, y la desaparición de decenas de jóvenes, entre otras maneras de ataques, fueron tal vez una de sus más variadas formas de tener contacto con quienes desde las calles reclamaban por la vida y la justicia.
El pueblo se ha movilizado, ha creado nuevas formas de lucha, ha hecho pedagogía al estilo de Freire, de Giroux, o al mejor sentir de (Martínez Bonafé, 2013), cuando se pregunta qué discursos de resistencia y contestación muestran la posibilidad de una respuesta pedagógica de esperanza y liberación? (1) y creo sin duda alguna que la respuesta se viene dando en los últimos acontecimientos en el país, en Cali, como la capital de la Resistencia social y popular que hace respetar el territorio, los derechos fundamentales, la vida, la paz, el diálogo y las profundas transformaciones que requerimos con urgencia y que con seguridad se verán reflejadas en un nuevo intento en las próximas contiendas electorales, pues de esto también se trata la nueva pedagogía de emancipación social.
Parafraseo a (Cuervo Montoya, 2018) (2) cuando advierte que se requiere un lenguaje común que permita interactuar entre los integrantes de un gremio académico para que llegue a ser precisamente eso, una comunidad académica y así atender los problemas que les son, también comunes, igual a mi modo de ver es preciso, para el caso actual de la situación nacional colombiana, que la ciudadanía, quienes protestan, los jóvenes, las organizaciones sociales y populares, los de las primera línea, los distintos puntos de resistencia, los campesinos y en general, toda la gama de estructuras de la sociedad colombiana, tengamos un único lenguaje sintonizado con nuestros quereres e intereses y pedagógicamente avanzar en la construcción de conocimientos que nos permitan formar y educar en la lucha por las libertades y la democracia.
Creo finalmente que eso es una de las lecturas y enseñanzas de la jornada del paro nacional en Colombia que nos ilumina esperanzadamente el nuevo futuro, por lo que no hay que bajar la guardia y nos llama a continuar en la lucha por la democracia, la paz y la vida.