Por: Redacción Lado B.
Este es un breve resumen de otro gran proyecto de infraestructura anunciado con bombos y platillos, que mojó prensa, que sirvió de vitrina de politiqueros y que al final solo era un amargo engaño: La vía de la “prosperidad”, tan anunciada por Germán Vargas Lleras, gestionada por Luis Miguel Cotes e impulsada por Alex Char. Este proyecto compromete más dinero (432 mil millones de pesos) que el de las obras de la 26 que los Nule y sus aliados políticos le robaron a la capital. Un monumental elefante blanco.
En 2012, Luis Miguel Cotes Habeych lo eleva como la obra insignia de su mandato, consigue su financiación y lo bautiza con el nombre de “Vía de La Prosperidad”. Pues bien: hasta 2017 solo habían pavimentado 3 kilómetros de los 52 prometidos, el contratista dijo que la plata solo alcanzaría para la mitad del proyecto y pidió una adición de tiempos y por supuesto, de costos por más de 200 mil millones. A 2020, la obra apenas alcanzó menos de 18 kilómetros.
Cotes adjudicó el proyecto pese a las advertencias de falta de transparencia en el proceso que algunos sectores como el INVIAS y el Ministerio de Transporte señalaron. El contratista que ganó la adjudicación es Gary Espitia, amigo personal de Char, megacontratista de Barranquilla y de las casas «gratis» de Vargas y representante legal del consorcio que se ganó el negocio. Igualmente, el exfuncionario de la gobernación del Magdalena en cabeza del menor de los Cotes era Antonio Matera, hombre de extrema confianza de ese cuestionado grupo familiar, y procesado por un desfalco en una obra de más de 18 mil millones de pesos, también adjudicada en la misma administración.
Hace menos de un mes, Luis Miguel Cotes y su tía Rosa fueron sancionados y multados por la Procuraduría por las irregularidades halladas en esta megaobra, la cual ha tenido sobrecostos exponenciales a lo inicialmente estipulado, tres años de retraso y solo un tercio de avance. Dentro de esas irregularidades están la falta de previsión por fenómenos invernales y el desinterés por la protección de los ecosistemas por donde atraviesa; de hecho, la vía de la prosperidad fue licitada en 2013 sin la licencia ambiental obligatoria para hacer una variante contemplada dentro del tramo en el sector de Palermo. La angustiada celeridad con que Cotes la gestionó y adjudicó parece obedecer a fines non sanctos, según lo traslucen los propios hechos. Se habló incluso que esos recursos tuvieron como destino el financiamiento de la campaña de su tía Rosa. ¿Qué pasó con esos dineros? ¿Dónde están? ¿En que se invirtieron?, por lo menos, los Magdalenenses no ven esa inversión, y el camino que hilvanaba a las poblaciones ribereñas del río Magdalena como Palermo, Sitio Nuevo, Remolino y Guaímaro, sigue siendo una fangosa trocha que destruye vehículos y alarga en varias horas lo que debería recorrerse en cuestión de minutos, claro, si los políticos que la anunciaron retumbantes en los megáfonos de la prensa privada, la hubieran llevado a buen puerto y no por la vía del fracaso.
Este es el legado que el clan Cotes y sus aliados políticos le dejan a la expoliada sociedad magdalenense.