Ya no hay radio, ya no hay periodismo- Por Felu Rey Bracho

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-Todos, en Caracol, Rcn, Blu y similares, manejan al calco la misma modalidad de “hacer radio”: invitan a sus “expertos”, una abrumadora camada de uribistas y demás acérrimos enemigos políticos y de clase de Petro, mostrando la fachada atrapa incautos de la aparente objetividad-

Petro, sin proponérselo, cambió la cara inocente que en su historia nos mostraron las cadenas de radio del país.

Sí que le conocíamos la faz bella y patriótica que nos exponía e hinchaba de orgullo en las trasmisiones internacionales de los combates de Pambelé o de Rocky, la que nos traía la victoria y los esfuerzos en encuentros deportivos orbitales, o en las cruzadas periodísticas por el río Magdalena, por las inolvidables radionovelas, por las entrevistas a figuras representativas del país, en fín…Pero, Petro, sin buscarlo, corrió el telón, nos las mostró en paños menores. Ya las conocemos en su mejor versión, en su real y escuálida figura de la miseria periodística.

Ahí están, descarados y sinvergüenzas sus directivos y propietarios, pidiendo audiencia y premios a las asociaciones alcahuetas por los destrozos que hacen de los sueños y aspiraciones de una nación de masas desposeídas y con sueños de cosas mejores. Ahí están, ellos son los periodistas que mudan su pellejo de voceros (¿o borregos?) felices de mandatarios afines a los planes de los propietarios del pan de su mesa, ahora como “adalides” fieros del “buen periodismo en pos de la libertad y la democracia nacional”. Déjenme reírme un poco…

Ahí está el actual director del noticiero de la empresa española Caracol radio, con méritos profesionales muy discutibles, que fue designado a dedo por Darío Arismendi, el otrora cabeza del mismo noticiero, paisa dolido y rabioso contradictor de Petro. ¿Quién ha olvidado la encerrona en vivo que este periodista paisa le hizo al Petro en campaña presidencial frente a Duque el candidato de Uribe? Hay videos en que se ve a un tensionado y angustiado Arismendi, en persona y azuzando a sus “banderrilleros” de mesa (incluyendo a su “especialista” jurídico de entonces, ardido de prejuicios políticos y de rabia), tratando de derribar con preguntas y afirmaciones con doble intención a la figura del candidato, después que éste dudó y cuestionara su autoridad moral como periodista ante los “Panama papers”. Petro, tal como evidencian esos audiovisuales, se defendió de forma elocuente y con firmeza. Ahí, al final, quedó mal librada la neutralidad y la ética periodística de ese medio.

Resulta descarado que los “especialistas” de esa cadena no disimulen el odio contra Petro. En Caracol radio está ese torbo sujeto, costeño cachaquizado, a quien llaman doctor “…”, asesor jurídico con más de su cuarto de hora en una tribuna que levaduriza y apostilla las grandilocuentes peroratas y tinterilladas orales del jurista sin méritos en tribunales. Este advenedizo “experto” no da pie ni puntadas para rajar, despotricar y hacer su diatriba ironizante, hepática y revanchista contra la figura del presidente.

Y siguen arriba en algunas encuestas de medios. Pero, que no se las crean todas. Deben saber que esa cadena del molusco avanza todavía con el impulso de la gloria de su gran pasado empresarial. La verdad es que quienes siguen a Caracol radio hoy lo hacen porque así lo hicieron sus padres y sus abuelos, por tradición, por la historia familiar colombiana de las cadenas radiales que les acompañaban con el receptor en la mesita de la sala en navidades, año nuevo, los festejos regionales, las radio novelas, los shows de humor o musicales en vivo, en Semana Santa…

De Rcn se recuerda recientemente a Luis Carlos Vélez muchachito “pupi” agrandado y mareado por el poder de ser director de ese noticiero de bajo rating. De este individuo también hay una recordada fiera y arañada contienda al aire con Petro en campaña por el origen o destino de las propiedades del candidato o de las tierras de los ingenios de los patrones del entrevistador, pero, al final, con el pasar de algunos años, sin pena ni gloria, lo corrieron de la mesa por sus innumerables exabruptos y salidas en falso que ponían en tela de juicio la poca credibilidad de esa radio. Rápidamente fue reemplazado por el uribista de tafetán Juan Lozano, a quien, con el bastón de mando en la empresa de los Ardila Lulle, ahora sus corresponsales y reporteros le llaman “Don Juan”, apelativo que no rechaza sin ostentar la altura y el dominio profesional del verdadero “Don Juan”, el gran periodista, Juan Gossaín Abdala.

Este nuevo “Don Juan”, no ha cambiado el libreto ni la dirección que le dictan al noticiero los accionistas de esa cadena radial. Es y hace lo mismo que aullaba el hoy silenciado niño de papi Vélez. Claro está, el nuevo “Don Juan” lo vierte con más sutilezas y mesura. Pero, igual, ese notidiario es el mismo asopado y menjurje de bellaquerías tendenciosas, moralistas y acomodaticias que tienen acostumbradas esa misma mesa de labor política.

De la relativamente nueva cadena de radio conservadora Blu ni qué decir, con un señor Morales como director de su noticiario. Este periodista, con fama de arbitrario y déspota como jefe, es el famoso cuñado del expresidente más figurín e inepto de Colombia, quien pasó sin manchas ni tachas por sus micrófonos.

Nestorblú, potestativo de un periodismo con tinte arbitrario y clasista, no ha aportado algo distinto al de sus descoloridos colegas de las otras radios, ni pinta nada que no sea su azul aristócrata y burgués.

La Doble W del grupo Prisa, mismo dueño de Caracol radio, con el noticiero más ágil y moderno de las emisoras nacionales, de manos de Julio Sánchez, trae algo más de lo mismo, pero, al menos, se sienten en sus ondas un poquito más de las voces de la oficialidad.

Todos, en Caracol, Rcn, Blu y similares, manejan al calco la misma modalidad de “hacer radio”: invitan a sus “expertos”, una abrumadora camada de uribistas y demás acérrimos enemigos políticos y de clase de Petro, mostrando la fachada atrapaincautos de la aparente objetividad. No hacen el periodismo que la sociedad requiere y necesita, por el contrario, desembuchan mandados patronales que se valen del periodismo como plataforma y voz de sus egoístas mayorales.

En el contenido de sus emisiones hay un irrespetuoso trato con la audiencia, hay un subrepticio filtro poco ético de lo que realmente debe informar a la gente y dar equilibradamente a los oyentes.

Sus noticiarios ahora resultan en un nuevo y raro feliz engendro entre lo pasquinesco y la perifonía política. Sus entrevistas y noticias, más que informar y orientar honestamente a la audiencia, se emiten bajo el rigor y el antojo de sus propietarios y directivos enfermos de antipetrismo. Buscan despistar, traer confusión o pisotear la dignidad de quien fue elegido por la voluntad de la mayoría de esta nación.

No les importa el daño que le hacen a la sociedad, a la democracia y a la tan manoseada libertad de prensa. Esto les ha rendido tanto que hasta tienen candidata periodista a la presidencia.

Ahora se han convertido en espacios con más opinión y críticas que medio de noticias fiables frente al gobierno izquierdista. Antes, en las anteriores administraciones de Casa de Nariño, hasta los boletines más insulsos de su gestión pasaban al aire sin objeciones.

Y, para colmo, la radio pública, Radio Nacional de Colombia, ahora modernizada y con un buen equipo humano y los necesarios recursos técnicos, que podría ser la alternativa para los escuchas de Colombia, no hace la contraparte informativa como debería esperarse. Primero, en las mañanas comienza su noticiero dos horas más tarde que la competencia, no madruga, se deja tomar la ventaja allí. Segundo, y es lo más determinante en su papel en defensa de su presidente, el mayor tiempo de su menú informativo se dispersa infantilmente en entrevistas longas y tediosas a representantes de comunidades, directivos de entes descentralizados, artistas de momento, en abrir espacio a corresponsales con noticias localísimas y de veredas…en fin, desgrana y derrocha el precioso tiempo y espacio para contrarrestar las avalanchas desinformadoras de las cadenas hegemónicas.

En fin, ya en Colombia no hay radio de la necesaria, ni tv ni prensa equilibrada. Hay una desvergonzada guerra contra la figura de un gobernante de mil buenas intenciones e indiscutibles yerros, que, a cualquier costo, hay que desprestigiar, desdecir, burlar y contrariar, con sofismas y veneno informativo.

Para eso las tienen como su tribuna particular los banqueros, empresarios e inversionistas extranjeros que las crearon o las compraron. Para que sean, de acuerdo las circunstancias y al mandatario amigo o enemigo de turno, los altavoces de su verdad camaleónica y conveniente con sus bolsillos. Esa es su tarea y ese es el triste encargo de algunos que se presentan como periodistas ante la opinión pública.


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