Yamilito Arana: Gobernador del legado ajeno, el espejismo del malecón y del show político

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Por: Rafael Rodríguez Villalobos-

Magangué sigue siendo testigo del abandono acumulado durante décadas, y en medio de este panorama desolador se presenta Yamilito Arana, un gobernador que se vale de la herencia de administraciones pasadas para figurar y despistar a la comunidad. Mientras en las calles se acumulan basuras y el deterioro es visible en cada rincón del departamento, sus actos inauguratorios son más un espectáculo que una solución.

Cada vez que se presenta ante el pueblo, Yamilito inaugura obras que, en realidad, no son fruto de su gestión. Algunas de estas obras fueron iniciadas por el gobernador anterior, e incluso otras se remontan a administraciones previas. Sin embargo, el único proyecto que se autoproclama es ese “malecón” que, lejos de ser lo que promete, es en realidad un costosísimo muro de contención de más de 56 mil millones de pesos. Un proyecto que, disfrazado con el nombre de malecón, es apenas el primer pasito para que, en el futuro, se utilice como herramienta política y se le atribuya un cambio revolucionario.

Todo esto sin mencionar a profundidad que el contratista que ejecuta el supuesto malecón es su favorito y la interventoría son los mismos. El que mágicamente gana las licitaciones o él las escoge a dedo. Un descarado “yo con yo” que insulta la inteligencia de los ciudadanos.

Pongamos el ejemplo, en Magangué se está construyendo un mega coliseo de ferias y el SENA, otra obra que no es de su autoría, pero que muy probablemente él inaugurará para quedar en la memoria de muchos como el impulsor del progreso.

La estrategia de Yamilito es clara: cada vez que se trata de una mega obra importante, no falta la compañía de Vicente Blel, el gobernador anterior. Aunque ambos pertenecen a la misma corriente política, la presencia de Vicente en estas inauguraciones deja en evidencia que el mérito no es del actual gobernador, sino del legado acumulado de gestiones pasadas.

Su excusa perfecta es: “acabo de llegar”, la dice, para desentenderse de un atraso que tiene raíces de 50 o 70 años. Pero, si conocía las necesidades reales de estos pueblos, ¿para qué se lanzó a la política? La respuesta es simple: para figurar.

Y no es solo en el terreno de las grandes obras donde se ve este espectáculo. La única obra ejecutada con rapidez en Magangué fue tapar un inmenso hueco frente al SAO, realizado no por el bien de la comunidad, sino para evitar que su lujosa camioneta sufriera o se estropeara, ya que vive cerca y, obligatoriamente, tenía que transitar por ahí.

Mientras tanto, los problemas siguen en aumento: en Magangué, su tierra, Santa Lucía ha desaparecido ante la indiferencia del gobierno, devorada por la erosión, y el barrio Girardot amenaza con colapsar y romperse, reflejando el descuido absoluto de la administración hacia la infraestructura local.

En el ámbito educativo, la situación es igual de alarmante. Los colegios de Magangué continúan funcionando sin aseadoras, secretarias ni vigilantes, y los estudiantes asisten a clases en condiciones deplorables, en entornos que evidencian una falta crónica de inversión en lo más básico. Y aunque sabemos que este tema no es de su resorte, tampoco mete la mano para ver en que ayuda.

Aunque en otras columnas se ha señalado la obsesión de Yamilito por las redes sociales—Facebook, TikTok e incluso la creación de un club de fans creado por su comité de aplausos—este detalle, si bien presente, se queda en un segundo plano frente al verdadero problema: un gobernador que se sirve de proyectos heredados y de un espectáculo personal para evadir la responsabilidad de transformar un pueblo olvidado.

Bastan los vídeos y las fotos en los que se le ve en patineta inaugurando una pavimentación o jugando la cuerda con unos niñitos en una calle ya arreglada, para evidenciar que lo que realmente le interesa es figurar.

Además, no podemos dejar de mencionar su afición por los conciertos y los artistas. Tanto es así, que durante las fiestas patronales del 2 de febrero en Magangué, organizó dos conciertos: uno para el pueblo y otro, a pocos metros, exclusivo para él y su “combo de la élite”. Da pan y circo, pero sin pan, convirtiendo su gestión en «pura carretilla y humo».

Este niño que juega a ser gobernador, es un verdadero showman moderno, que se disfraza de ser del pueblo, pero no logra ocultar que su principal interés es exaltar su ego y construir una imagen sin sustancia, mientras las necesidades reales de de Bolívar quedan desatendidas.

Y ahí está el reproche final: Yamilito Arana se presentó a la política con la promesa de conocer y solucionar los problemas de un pueblo que ha sufrido décadas de abandono. En cambio, se ampara en el “acabo de llegar” (hace 14 meses) para desentenderse de un legado que debería haber conocido a la perfección.

Bolívar merece un liderazgo que asuma responsabilidades y que diseñe proyectos genuinos de progreso, no un gobernador que se vale de obras heredadas, de un muro disfrazado de malecón y de un circo permanente para figurar.


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